Con frecuencia se escuchan o se leen informes y comentarios acerca de las dificultades existentes en España y otros países europeos para contar con suficientes «vocaciones científicas». Hace unos días el servicio de noticias de la FECYT recogía un artículo de La Vanguardia muy representativo de estas preocupaciones.
Parece que faltan, para empezar, estudiantes que cursen carreras científicas. Muchas titulaciones están en cifras alarmantes de alumnos. Por otro lado, cuesta trabajo que los licenciados y graduados en ciencias o ingenierías opten por dedicarse a la investigación. Al menos en número suficiente para lo que se supone que sería necesario en una sociedad y economía del conocimiento (objetivos de Lisboa, etc.)
Es habitual oír lamentarse de la contradicción que significa que en sociedades basadas en la ciencia y la tecnología, cuyos frutos y beneficios se disfrutan constantemente, escaseen las personas interesadas en comprometerse con la investigación… ¿Son salidas profesionales poco atractivas, muy exigentes, mal remuneradas?
Muchas cabezas expertas andan dando vueltas a qué hacer para solucionar este problema, estudiando cómo motivar a los jóvenes para que emprendan carreras científicas, intentando promocionar la imagen del investigador, reestructurando la enseñanza secundaria, organizando campañas publicitarias… Se busca gente capaz de esforzarse y sacrificarse para aprender y descubrir, gente constante y paciente, pero creativa, capaz de pensar por cuenta propia, con mente inquisitiva…
Una sociedad del conocimiento en la que falten científicos e investigadores es una paradoja tan grande como una sociedad del conocimiento con una enseñanza universitaria o, en general, una educación degradadas. Es la misma clase de paradoja. Es un imposible, en realidad.
No puedo dejar de pensar que tal vez se pregona como «sociedad del conocimiento» la mera industrialización de la replicación de la información, que no es lo mismo. Quizá no estamos ante ninguna Nueva Atlántida, sino ante una inteligencia de enjambre. Por ejemplo: habiendo macroempresas innovadoras mundiales, que copan un mercado globalizado, ¿van a surgir de verdad tantos científicos emprendedores como se quiere en cada provincia?