Superando fronteras, 3.0 ya

26 diciembre 2008

Una de las maneras más típicas en que los homosapiens intentan ordenar el caos de sus sensaciones y organizar sus vidas o su historia es figurarse que atraviesan etapas, épocas, periodos, edades… Les encanta intentar entender el despliegue de los sucesos en el tiempo, individual o colectivamente, como un transcurrir de fases y momentos que siguen una secuencia lógica, racional.

Esto ha sido así al menos desde que se inventó el sentido de la historia, desde que se descubrió que las cosas no permanecen inmutables o se repiten circularmente y se empezó a imaginar que se encaminan entonces hacia algún fin, siguiendo un itinerario que casi siempre ha sido visto con optimismo, como de gradual mejora…

Pero en la visión del mundo ahora dominante esto se ha acentuado o acelerado bajo la influencia catalizadora de las TIC: cabalgamos hacia el futuro al galope, superando fronteras continuamente, conquistando nuevos territorios con frenesí. Siempre hacia adelante, proa al mañana, a favor de la corriente, quemando etapas, dejando atrás el pasado. Avanzando, inaugurando, pioneros, …

Todos los años, o todos los meses, o todos los días, se cierra una época y amanece un nuevo mundo, con sus retos, pero cargado de esperanza. Y siempre hay quien lo descubre, perspicaz, y lo da a conocer: se ha acabado la época de no se qué, entramos en la de no se cuál. Y entonces todos lo comprendemos todo mucho mejor. ¡Ah!, era eso, hemos superado otra frontera …

Afortunadamente, el progreso ayuda al progreso y la numeración de las versiones de los programas informáticos se aprovecha ahora para codificar secuencialmente las etapas de la cultura, la tecnología, la industria y la vida toda casi. Igual que la nueva release de cualquier programa tiene más prestaciones, es más potente y más fácil de manejar, así la civilización progresa en todas sus dimensiones, a impulso y semejanza del cambio tecnológico: inexorable y organizada.

Mucha fama tiene lo «2.0», que vale para todo y es buenísimo en todos los casos, habiendo dejado obsoleto aquel viejo mundo «1.0», al que ni siquiera llamábamos así. Lo que yo me pregunto, anhelante ya, después de tanto tiempo escuchando sobre lo «2.0», es ¿cuándo vamos a pasar a lo «3.0», que se me hace largo? ¿No va el asunto un poco demasiado despacio?


Sistemas adaptativos complejos

21 diciembre 2008

He descubierto en arXiv un artículo titulado On selfish memes que me ha llamado la atención. Su autor es Hokky Situngkir, un joven científico indonesio que se dedica a la economía y la sociología computacional. Es un working paper de 2004 que según CiteBase no ha recibido ninguna cita. Así que por lo menos lo voy a citar yo aquí.

Situngkir aborda un intento de análisis de la cultura mediante la memética, con la que traslada, en cierto modo, las categorías de la genética y la evolución biológicas al terreno sociocultural. El meme, inventado por Richard Dawkins, es una unidad de replicación cultural, mediante cuya reproducción o imitación la cultura se transmite en el espacio y en el tiempo. Pero Situngkir emplea el término meme exclusivamente como herramienta analítica, como un instrumento para la modelización de los procesos de difusión, propagación y evolución sociocultural, no como una unidad física u objeto realmente existente.

Formalizada su propia conceptualización de la memética, Situngkir construye una simulación computacional, genera una cultura artificial mediante un algoritmo, para analizar su comportamiento. Como resultado, encuentra que el contagio de los memes y por tanto la evolución cultural constituyen un sistema adaptativo complejo. Y concluye que la memética puede ser muy valiosa para el desarrollo de la teoría social, usando simulaciones y sociedades artificiales.

En mi opinión, el recurso a un concepto o figuración como la de los memes sirve para poner de manifiesto la continuidad informacional de toda la realidad, que es además base de su complejidad. Y me sugiere que los fenómenos y sucesos sociales, en particular, son también el producto de procesos y dinámicas informacionales, altamente complejas, pero computables y calculables en principio en sus resultados macro, desde condiciones iniciales y reglas dadas.

¿El paroxismo informacional de la sociedad de la información hace esto evidente a simple vista? Creo que sí, la verdad.


«El carnaval de la tecnociencia»

17 diciembre 2008
  • Lafuente, Antonio. 2007. El carnaval de la tecnociencia: Diario de una navegación entre las nuevas tecnologías y los nuevos patrimonios. Madrid: Gadir.

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Hace ya mucho tiempo, escribí una entrada sobre Tecnocidanos, el blog de Antonio Lafuente. El carnaval de la tecnociencia es un libro suyo que recoge parte de los contenidos del blog. Lo que entonces decía, expresado de una u otra manera, lo sigo pensando en buena medida ahora del libro.

Los textos de Antonio Lafuente son tremendamente interesantes, sugerentes e instructivos. Maneja y transmite miles de claves y referencias sobre autores, textos, noticias y datos… Ofrece una visión perspicaz de la ciencia, la cultura y la tecnología contemporáneas, reuniendo bajo un enfoque poliédrico diversos movimientos, tendencias y factores del presente. Su obra es comprometida y provocadora: expone sus ideas con entusiasmo contagioso (casi yo diría: del que uno envidiaría sentirse contagiado).

Con vehemencia militante, el blog y el libro defienden el procomún, la economía del don, lo abierto (open source, open access, etc.), la cultura hacker, la participación social en la ciencia, el saber profano, las nuevas formas de ciudadanía y autoridad… y combaten la privatización del conocimiento, la ciencia como negocio, las perversiones de la tecnociencia …

Lafuente tiene razón y comparto sus posturas de buena gana muchas veces. Pero el optimismo utópico o antropológico con que piensa que los homosapiens pueden valerse de la tecnología para hacer un mundo mejor, me pone algo nervioso (a lo peor es eso, envidia). Esa confianza en el poder emancipador de la tecnología rectamente encauzada por conciencias ilustradas/iluminadas…

Ahora, en todo caso, El carnaval de la tecnociencia es un libro (como Tecnocidanos un blog) que debe ser leído. Incluso por parte de los descreídos, por lo mucho que se puede aprender en él.

Una reseña importante de la obra en cuestión es de Javier Echeverría: Tecnociencia contemporánea: del conocimiento científico como bien común.


ResearchGATE, red científica

13 diciembre 2008

No está claro si ResearchGATE es una red social 2.0 o si incluso ha traspasado ya los confines del mundo 3.0, como en algunos sitios se anuncia. Tal vez se encuentre en una zona 2,5.0, si ello es admisible.

El caso es que es algo nuevo, reciente, un lugar de internet pensado para que los científicos se inscriban y se relacionen, al estilo de otras comunidades virtuales, pero con fines en este caso académicos: intercambiar conocimientos, entrar en contacto con otros muchos investigadores, participar en foros y grupos, reunir, compartir y conectar información científica, etc. Y además tiene capacidad de «búsqueda semántica», que es lo más hoy en día.

El usuario debe registrarse, rellenar su perfil personal con la mayor cantidad de datos posible, su curriculum, publicaciones propias, intereses científicos, bibliografía preferida, etc. A partir de aquí puede usar las herramientas de ResearchGATE y sus prestaciones de interconexión semántica de información, basadas en el perfil personal, que relacionan sus datos con los de otros investigadores, grupos o publicaciones. También se pueden realizar rastreos bibliográficos, que se ejecutan como metabúsquedas contra PubMed, CiteSeer, IEEE Xplore, arXiv, RePEc, NTRS, etc.

ResearchGATE no presta servicios de valor añadido cruciales, que se adapten a las necesidades y flujos de trabajo científico especializado, es sólo una herramienta de interacción social entre investigadores. No sé si puede llegar a ser algo eficaz y seriamente útil para la investigación, sin embargo está demostrando una cierta capacidad de penetración publicitaria y de crecimiento en su mercado, a los pocos meses de su lanzamiento. Pero toda su fuerza deriva de su función como plataforma de relación social para científicos. Y tampoco es la única, ni mucho menos: ahí están otras redes semejantes, como SciLink, SciBook, Nature Network, LabSpaces, etc. 

Es curioso, porque, dado que la actividad científica es esencialmente grupal, intrínsecamente societaria, cabe preguntarse por qué los investigadores, en lugar de conocerse y relacionarse a través de sus propias instituciones, asociaciones, reuniones, mecanismos y grupos organizados (físicos o virtuales), acuden ¿además? a un mediador tecnológico neutral como ResearchGATE u otras redes sociales, entidades para-académicas, extra-académicas, que surgen por similitud con Facebook, MySpace, Linkedin y demás familia.

ResearchGATE y otros servicios parecidos no creo que se dirijan a investigadores desarraigados,  pero probablemente deberán gran parte de su éxito a reclutar muchos usuarios entre quienes han crecido usando otras redes sociales y encuentran (más) fácil entablar relaciones de este modo, porque son científicos nativos digitales. Estos servicios aparecen como una nueva forma de sociabilidad científica creada por el propio poder de la tecnología.

Por otra parte, la virtud de ResearchGATE y sus compañeras ¿reside en que extienden las capacidades de relación más allá de las fronteras de los grupos naturales y tradicionales o en que descomponen y desestructuran éstos? ¿Quiebran autoridad, jerarquía y endogamia? En el futuro, ¿va a haber comunidades científicas technology driven, estrictamente germinadas y nutridas desde la web social, fuera de las tradiciones y organizaciones académicas? Sin duda, ello tendría consecuencias.

Las redes sociales de científicos tal vez muestran una incipiente nueva frontera para la sociología de la ciencia y por tanto para la (re)producción del conocimiento, como un género más dentro de la exuberante proliferación de variedades informacionales debida a la fecundidad de las TIC.

P.S. 02-07-09: Sobre este tema he escrito también en ThinkEPI esto: Academia y ciencia colectiva.