Hace pocos días, el Instituto Cervantes y la Fundación Santillana han publicado y presentado un libro titulado El español: lengua para la ciencia y la tecnología. Con él parece que pretenden eso mismo, promover la extensión del español como idioma para la ciencia y la tecnología, noble intento alrededor del cual articulan otras propuestas convergentes (nuevos y distintos índices de evaluación de las revistas científicas, etc.) Al respecto se me ocurren unos pocos comentarios.
Una lengua sirve para la comunicación entre un grupo de individuos. Aunque no todos estimarían esto evidente, es más fácil que un grupo de individuos se entiendan en una lengua común que usando varias.
Las comunidades científicas de alcance internacional o mundial, no regional o nacional, con miembros de muchos países, es lógico que acepten una misma lengua como medio para relacionarse con más facilidad. Una comunidad científica global y multilingüe no es nada probable, y menos en los apresurados tiempos que vivimos.
La lengua común de un grupo tenderá a ser la que conocen un mayor número de miembros, sobre todo si la utilizan intensa y activamente. En el caso de las comunidades científicas será la de aquellos subgrupos lingüísticos que más han publicado históricamente y en la actualidad, y que resultan más influyentes por cantidad y/o calidad.
La ciencia siempre ha usado una lingua franca diferente de las lenguas particulares: durante una larga época fue el latín; luego el francés; el alemán incluso durante un breve periodo tuvo cierta prevalencia; y por fin, después de la segunda guerra mundial, el inglés. La lingua franca, inevitablemente ha expresado el predominio o la supremacía intelectual de los científicos hablantes de esa lengua. Hoy el inglés predomina porque del mundo angloparlante proviene mayoritariamente la innovación y la creación científica y cultural.
Es legítimo desear que el español sea lengua de la ciencia, pero para ello creo que sólo valdría el camino largo y difícil de hacer la mayor y mejor ciencia internacional en castellano: conquistar la hegemonía de la ciencia, de modo que los demás aprendan español para comunicarse con los científicos hispanohablantes: la importancia del idioma va de la mano de la supremacía intelectual. Otras soluciones baratas me parecen con poco fundamento: esto no es una tarta que se reparta por trozos y la difusión cultural en la historia de los homosapiens, como el calor en termodinámica, fluye de los lugares con «más» a los lugares con «menos».
P.S.: Álvaro Cabezas también comenta este tema en su blog, desde un enfoque paralelo.