Publicidad viral y conocimiento

8 febrero 2009

Para entender cuestiones como la sociedad de la información, la industrialización del conocimiento o el desarrollo de la educación conviene no perder de vista el marketing o publicidad viral. Se trata de un fenómeno muy vinculado a internet, medio ideal para el cultivo y propagación veloces de las especies informativas. Por tanto, es algo reciente y característico de nuestra época, aunque sin duda hunde sus raíces como siempre en usos y costumbres tradicionales (rumores orales, «cadenas» de cartas, etc.)

Un artículo de Mónika Jiménez Morales en Hipertext.net, titulado precisamente La publicidad viral: la comunicación por contagio, explica muy bien, con ejemplos, en qué consiste esta técnica comercial. Es significativo cómo recurre a los conceptos de «infección» y de «epidemiología» para referirse a estos temas, descubriendo lo que constituye (en mi opinión) algo más que una analogía formal.

La información siempre se comunica mediante la replicación de medios materiales, pero hay algo especial que emparenta a las campañas de publicidad viral con las de agit-prop, la rumorología, los chistes, las modas, etc. En todas estas epidemias se produce una transmisión puramente viral de información, casi inconsciente y automática, sin apenas elaboración intelectual, que da lugar a una forma rudimentaria pero resistente de conocimiento por contagio (parafraseando el subtítulo de Jiménez). Siempre ha existido, pero últimamente, merced a la tecnología, el contagio informativo se realiza de maneras muy variadas, rápidas y vigorosas, lo que no es ajeno a los cambios sociales que vivimos.

La publicidad viral, en particular, es intencionada por su origen, un acto deliberado de infección informativa. Normalmente se conocen los emisores, los destinatarios, los mensajes y los objetivos o propósitos. Resulta por tanto una manifestación bien definida y concreta de la viralidad o contagiosidad universal de la información. Por eso, es un modelo que permite ver las características del fenómeno global, trazar comparaciones en otros ámbitos, analizar el comportamiento de individuos y colectividades, etc.

El conocimiento por contagio, en general, puede tener repercusiones en la enseñanza (contagio y educación) y en el conjunto de la especie, en el desarrollo de una inteligencia externalizada, reticular y colectiva (inteligencia de enjambre).


IN-RECS e IN-RECJ

10 agosto 2008

Hace ya varios años que funciona el Índice de impacto de revistas españolas de ciencias sociales IN-RECS, del que después se ha segregado también el Índice de impacto de revistas españolas de ciencias jurídicas IN-RECJ. Ambos son elaborados y mantenidos por el Grupo de investigación de Evaluación de la Ciencia y la Comunicación Científica EC3, de la Universidad de Granada, con el objetivo de determinar la relevancia e influencia científica de las revistas, artículos, autores e instituciones españolas en ramas del saber científico-social.

IN-RECS e IN-RECJ proporcionan, pues, información bibliométrica susceptible de usarse para evaluar la producción científica en unas áreas temáticas donde la investigación se realiza en el seno de comunidades científicas nacionales más que internacionales (salvo, quizá, en Psicología o Economía); unas áreas, por tanto, donde los instrumentos bibliográficos y métricos de la ciencia globalizada (Web of Science, Scopus, etc.) no son de plena aplicación.

La idea de IN-RECS e IN-RECJ  no ha podido ser más acertada y oportuna en un momento en el que la evaluación métrica de la ciencia es una actividad que se intensifica con las políticas públicas de investigación y el desarrollo de la sociedad tecnocientífica. IN-RECS e IN-RECJ compensan de algún modo a los especialistas españoles en ciencias sociales y son herramientas de medida útiles para los gestores y evaluadores académicos y científicos.

El alcance de IN-RECS e IN-RECJ  en cuanto a prestaciones y contenidos es ambicioso: ofrecen abundante información, ya de once años el primero y de seis el segundo. Como cualquier base de datos de este tipo, parten de una selección de revistas citantes, elegidas como principales en cada sector. Estas revistas fuente son unas 200 entre los dos índices, y constituyen la base para medir el impacto de unos 900 títulos en total.

Para la complejidad de los datos que suministran IN-RECS e IN-RECJ se agradecería que la interfaz de consulta fuera más clara y autoexplicativa. Proporcionan prolijos detalles sobre la justificación y metodología del proyecto, pero algunos aspectos y conceptos que uno se tropieza al utilizarlas carecen de suficiente orientación o asistencia. La extensa «Ayuda» es un tanto rudimentaria. Diríase que IN-RECS e IN-RECJ parecen un poco más enfocadas al bibliómetra que al usuario investigador.

La oportunidad de la iniciativa de IN-RECS se pone de manifiesto en la proliferación de plataformas similares (RESH, DICE, MIAR, etc.), con los mismos o parecidos propósitos, casi todas financiadas con cargo a proyectos de investigación particulares. Acerca de tal proliferación, un fenómeno típicamente español por otra parte, escribe Elea Giménez-Toledo en un artículo de ThinkEPI .

Como curiosidad, según IN-RECS las medias de citas por artículo para el periodo 1994-2006, por áreas temáticas, son:

  • Antropología: 0,50
  • Biblioteconomía y documentación:  0,21
  • Ciencia política y de la administración:  0,20
  • Comunicación:  0,13
  • Economía:  0,37
  • Educación:  0,27
  • Geografía:  0,31
  • Psicología:  0,65
  • Sociología:  0,22
  • Urbanismo:  0,50

El 1,2 % y el PIB en descenso

5 diciembre 2007

Según los resultados provisionales correspondientes a 2006 de la Estadística sobre actividades de I+D publicados por el INE hace poco (nota de prensa [pdf]), el gasto español en investigación y desarrollo ascendió el pasado año a 11.800 millones de euros, lo que supone un 1,20 % del PIB nacional y representa un incremento del 16 % respecto a 2005, cuando el gasto en I+D fue un 1,12 % del PIB. Por el origen de los fondos (y no por la ejecución), en 2006 un 47,13 % de este gasto ha correspondido a las empresas, frente a un 46,29 % el año anterior.

Es indudable que España está invirtiendo más en investigación y desarrollo. Sin embargo, como ya he comentado, que este mayor esfuerzo de las políticas científicas públicas y de algunas empresas tenga un impacto y represente un volumen significativamente creciente en la economía cuesta trabajo cuando ésta aumenta mucho más gracias precisamente a sectores poco investigadores. Si el PIB crece más del 4% sobre la base de la construcción, el turismo y la hostelería, los españoles serán más ricos, pero poco innovadores. Por mucho que gasten el CSIC, las universidades, unas cuantas farmacéuticas y poco más… es difícil que se cumpla el objetivo gubernamental de alcanzar el 2% del PIB en 2010.

Esto tampoco es que lo haya descubierto yo precisamente. A Juan Mulet, el Director de la Fundación Cotec, se lo he escuchado expresar de manera muy certera y elegante al atribuir las inercias de la I+D hispana a la «estructura de los sectores productivos» de la economía española (amén de aquello de que en España hay muchas pymes). Cotec, por cierto, también da esta noticia en su sitio web, e incluye una presentación del INE sobre el tema.

Sin embargo, hete aquí que los entusiastas de la I+D afrontan en el inmediato futuro una coyuntura inesperada y paradójicamente favorable para que el gasto en I+D ascienda con más vigor en su porcentaje del PIB: la reducción de las tasas de crecimiento de la economía asociada a la retracción de la industria de la construcción. Albricias, dirán algunos, el debilitamiento de la economía basada en el cemento hará más importante la del conocimiento.


El modelo lineal, superado

2 agosto 2007

Siguiendo con la idea de las dificultades para armonizar la segunda función de las universidades (generación de conocimiento) con una tercera y nueva tarea (innovación empresarial), se ha publicado hace pocas semanas un número de la revista Minerva dedicado a The business of research. Su artículo introductorio, titulado Science and the creation of value, de Sven Widmalm, presenta el asunto de las cambiantes relaciones entre ciencia, tecnología e industria de la siguiente manera.

El clásico modelo lineal sobre estas relaciones afirmaba que se da un proceso «Investigación científica > Desarrollo tecnológico > Innovación industrial» que conduce al progreso y el bienestar social y es: (i) estrictamente causal, (ii) unidireccional, en ese solo sentido, y (iii) entre tres esferas perfectamente separadas, con lógicas propias e independientes. Este modelo estaba avalado por las tesis de Robert K. Merton sobre la estructura normativa de la ciencia y por las propuestas de Vannevar Bush sobre políticas científicas en EUA, en ambos casos de mediados del siglo XX.

Pero está claro que el modelo lineal ha entrado en crisis, tanto en cuanto descripción de la realidad, como en cuanto fuente de inspiración de las políticas científicas, con el surgimiento de una ciencia post-académica (John Ziman) o de la tecnociencia (Javier Echeverría). Las cosas han cambiado, primero en EUA y luego por imitación en Europa y otros países: un cambio conceptual y político.

El paradigma emergente parece confuso y problemático pero tiende hacia la idea de que la generación de conocimiento no es un asunto científico-académico, sino un fenómeno social de amplio alcance, una fuerza productiva objeto de comercialización y en la que las fronteras (ciencia/tecnología/industria) se han difuminado. (De nuevo remito a ¿Qué es la tecnociencia? y La revolución tecnocientífica de Echeverría; pero Potocnick, el comisario de Ciencia e Investigación de la UE lo acaba de decir: «Estaré satisfecho si en esta década la gente considera el conocimiento tal y como veían el carbón y el acero hace cincuenta años: como una materia prima que se debe valorar, como un pilar de las sociedades, como un instrumento creador de empleo y un impulsor de la economía»).

Sven Widmalm, al introducir el resto de artículos que componen la revista, se plantea en cambio dificultades e interrogantes: ¿Es posible trasladar miméticamente modelos de EUA a otros países? ¿Son compatibles las nuevas orientaciones con la tradicional sensibilidad europea por el bienestar social y el interés público? ¿Qué pasa con el papel de la ciencia como marco cultural de referencia (como cosmovisión independiente del mercado, diría yo)?


Economía del conocimiento

8 junio 2007

La economía española viene creciendo regularmente desde 1994, más que la de países del contorno europeo. Pero parece que va mejor y aumenta más la producción (y el consumo) que la productividad. Y siempre está el temor a los países emergentes, que pueden menoscabar la prosperidad de los españoles. Además, hay que ser modernos y cosmopolitas, a tono con la época y esos países de alrededor. Así que todos los gobiernos del país (los dieciocho con atribuciones en el asunto) andan empeñados en vender futuro promoviendo una economía del conocimiento, basada en la investigación y la innovación.

Pero los españoles, salvo aquéllos a los que se recompensa al efecto (los científicos del sector público), parecen remisos a conquistar nuevos territorios del mapa del saber cuando se saca tanto provecho de explotar simplemente el territorio bajo los pies. Qué realismo tan crudo.

Porque en España, poco más o menos, se trabaja en lo mismo que en todas partes, luego ¿de dónde procede el diferencial de crecimiento sostenido? ¿De dónde sale la riqueza colectiva que (en general) se disfruta, el aumento del empleo que atrae a personas de otros países? ¿Qué fabrican o venden de especial los españoles? ¿Cómo aumenta el PIB un 3% doce años con un 1% de inversión en I+D? La riqueza tiene que venir de alguna parte, ¿dónde se origina, en última instancia, en una proporción significativa como para apuntalar año tras año el aumento del consumo y del bienestar? Pues en la economía del cemento, claro, no en la del conocimiento.

Agotadas las minas y la pesca, reconvertidas las comarcas rurales a la PACagricultura y con una industria que ahí está, más o menos, los españoles se enriquecen explotando a fondo el territorio, se comen literalmente el país: lo venden, lo compran, lo encementan, lo vuelven a vender y comprar, llenan el paisaje de grúas y excavadoras, suprimen los bosques, las montañas, las playas, los lagos, los páramos, las bahías. Excavan túneles, edifican torres, multiplican las autovías, levantan centros comerciales, hacen campos de golf, puertos deportivos, aparcamientos, urbanizaciones, hoteles. Es la economía del cemento, y del hormigón, el asfalto, el ladrillo…

Todo discurso público y publicado sobre I+D habla siempre de gastar e invertir en ciencia, porque en España no se practica la ciencia para ganar y obtener beneficios. Mientras quede un metro cuadrado de terreno que encementar, no hace falta la investigación para prosperar. Basta traficar con el patrimonio que representa la tierra heredada. La tierra, el agua, el aire y el sol, en realidad. La economía del cemento es el modelo de desarrollo. Qué poco glamour tiene este estilo de vida de rancio hidalgo perezoso.


Tecnociencias emergentes

22 abril 2007

La colonización sistemática de nuevas zonas de conocimiento responde a la búsqueda de oportunidades de negocio por parte de la industria, con más o menos estímulo político. Explorar nuevas regiones de la realidad permite innovar en productos y servicios, y por tanto crear nuevas necesidades y mercados. En el momento presente, a mi parecer, hay tres grandes áreas en la frontera de la investigación tecnocientífica, tres grandes espacios abiertos a la indagación y ocupación científico-empresarial:

  • La infotecnología, que consiste en la explotación industrial de los memes, la información generada y transmitida por los homosapiens, es decir, la realidad neuro-simbólica, lingüístico-cultural; se trata de artefactos y servicios dedicados al tráfico y manejo de toda clase de contenidos.
  • La biotecnología, que consiste en la explotación industrial de los seres vivos, incluyendo los propios homosapiens, no sólo desde el nivel celular, sino desde el nivel genético y biomolecular (proteínas…); la biotecnología alimenta, entre otros, al importante sector de la industria de la salud.
  • La nanotecnología, que consiste en la explotación industrial de lo pequeño, de la materia desde el nivel molecular, una región de la realidad física recién abierta a la manipulación técnica y al aprovechamiento económico; la nanociencia además tiene aplicación en los otros dos ámbitos anteriores.

Aparte de estas tres áreas de prospección y de negocio, debe tenerse en cuenta una cuarta igualmente importante, que es condición de posibilidad de las demás y requisito crítico para que la especie humana continúe aumentando en complejidad sociocultural (tamaño de la población, riqueza, consumo, bienestar, medias de supervivencia, etc.) Es el campo de la energía, la investigación y la industria energética en su amplia diversidad.


¿Qué es la tecnociencia?

17 abril 2007

Así pues, según Javier Echeverría, en La revolución tecnocientífica, la tecnociencia es una forma de practicar la ciencia y la tecnología que surge en los años 80 en EUA y que se extiende a otros países. La tecnociencia convive con la ciencia y la tecnología convencionales, pero presenta según nuestro autor rasgos característicos:

  • La investigación se organiza y el conocimiento se gestiona de manera industrial o empresarial, como una cadena productiva orientada a la eficiencia y la rentabilidad, con financiación privada en su mayor parte y políticas públicas de estímulo.
  • El sujeto de la tecnociencia es híbrido, plural y complejo; una multitud de agentes participan a través de grandes equipos y amplias redes de investigación: científicos, ingenieros, técnicos, políticos, militares, empresarios, gestores, etc.
  • El conocimiento tecnocientífico no es un fin en sí mismo, tiene una función instrumental, es un medio para la acción, para la realización de intereses y objetivos. La búsqueda de la verdad es sólo uno de los valores en juego.
  • La tecnociencia es una forma, o una fuente, de poder y de riqueza. Sirve para la supremacía política o militar, para el desarrollo económico y empresarial; es un activo estratégico de los estados, las sociedades civiles y los emprendedores.
  • La informática y en general las TIC son las herramientas básicas para el desarrollo de la tecnociencia, su método de trabajo esencial, mediante procesos de simulación, cálculo, etc.
  • En la tecnociencia intervienen una pluralidad de valores. Los valores económicos, militares, políticos, epistémicos o técnicos suelen estar en su núcleo. Pero también actúan, más en su periferia, los valores jurídicos, sociales, ecológicos, morales, etc. Todo ello provoca frecuentes conflictos de valores.
  • El conocimiento deviene empresa, capital y mercancía, objeto de propiedad y comercio, la investigación se constituye como un sector económico decisivo, como forma de negocio y medio esencial del poder. Con la innovación basada en la investigación se busca crear nuevos productos que capten mercados y generen beneficios.
  • La tecnociencia se preocupa por su imagen pública, en busca de legitimidad y consenso, precisamente porque, de hecho, cambia más las sociedades humanas y la vida de las personas que la propia naturaleza.

Podríamos decir que la tecnociencia representa la plena absorción de la ciencia y la tecnología por parte del capitalismo, al que transforma. Actúa como fuerza productiva fundamental y característica de la sociedad informacional que ella misma ha creado en buena medida: una sociedad donde más que ciudadanos hay clientes, usuarios, consumidores.


Más dinero y más ciencia

27 marzo 2007

En los últimos días han coincidido una noticia sobre datos recientes de Eurostat acerca del gasto español en I+D+i y un editorial de Nature (22-03-07) dedicado a la situación de la ciencia en nuestro país.

La noticia es que el gasto total en I+D+i en España ha pasado desde el 1,06 % del PIB en 2004 a un 1,12% en 2005. Cualquiera puede calcular, de seguir las cosas a ese ritmo, cuánto se puede tardar en alcanzar el objetivo del 2% previsto por el Gobierno para 2010. Bien es verdad que, como mal de muchos, puede argumentarse que tampoco la UE va a conseguir pasar del 1,85 % al 3% en el mismo plazo.

El editorial de Nature reconoce que en España se está haciendo un importante esfuerzo presupuestario público en materia de investigación, con incrementos muy notables, y recoge la satisfacción de muchos científicos al respecto. Pero asegura que además de dinero se necesita reformar y modernizar drásticamente la organización y administración de la ciencia. Según la revista, las estructuras y sistemas de gestión y de recursos humanos están anquilosados, son muy burocráticos, dependen demasiado del intervencionismo político. Nature urge a la ejecución de los planes previstos sobre agencias autónomas (el CSIC, la de evaluación, financiación y prospectiva,…) y a tomar otras medidas de flexibilización.

Un ignorante en economía como yo piensa que si el PIB español está aumentando fuertemente, el 3% anual o más, es difícil que los incrementos en la porción pública de la inversión en I+D+i, por importantes que sean, resulten suficientes para totalizar una parte significativamente mayor cada año de ese PIB en expansión. Dándole la vuelta: si la economía crece mucho sin apenas inversión en investigación por parte del sector productivo, porque los agentes empresariales más dinámicos son, por ejemplo, la industria de la construcción y la del turismo y la hostelería, será difícil tener un país innovador sólo a costa del erario público.

Si además, como apunta Nature, la gestión de la política científica y de la investigación es poco eficiente, el rendimiento de los recursos tampoco será dinamizador. Aquí Nature calla sobre la increíble «complejidad» estructural de las políticas públicas de I+D+i en España, con su nivel europeo, su nivel nacional, sus niveles regionales, sus «autónomas» universidades…, donde o los inputs en coordinación consumen parte considerable de las energías, o los resultados son escasamente coherentes y rentables (o ambas cosas).

Se me ocurre otra simplificación. Para que en un lugar haya investigación e innovación lo que se necesita es masa crítica de científicos emprendedores y activos y masa crítica de empresas activas y emprendedoras, mucho más que riego de dinero por inundación. Pero si se carece de voluntad, tampoco es para agobiarse con tanta competitividad: España puede de todas formas ser un país feliz, simpático y soleado (aunque con demasiado ladrillo y hormigón). La otra opción, desarrollar un ejército tecnológicamente puntero, es menos vistosa.


Contenedores vs. contenidos

17 febrero 2007

Como los diez mandamientos, la sociedad de la información, tan compleja ella, se resume en dos: el negocio de los contenidos y el negocio de los contenedores (ver otro post al respecto). Quienes venden contenedores necesitan contenidos (educación, ciencia, entretenimiento, ficción, parloteo) para que los contenedores (aparatos y dispositivos diversos, comunicaciones de todo tipo) sean necesarios. Y viceversa, quienes venden contenidos dependen de que haya contenedores disponibles. Ambos mundos se necesitan recíprocamente, como caras de la misma moneda. El software, tan suave él, se desliza entre los dos ámbitos, dependiendo…

Pero hete aquí cómo tan estupenda alianza quiebra: la potencia de los contenedores hace que los contenidos se propaguen y reproduzcan mucho más intensa y velozmente de lo que sus propietarios, propietarios intelectuales, desearían, para captar controlada y ordenadamente unos retornos satisfactorios por el tráfico de mensajes. Y aquí empieza el drama de nuestro tiempo, que divide a las familias, las empresas y las personas, a veces con intereses curiosamente en los dos negocios.

Por un lado está la ley natural de que «todos los memes tienden a difundirse y multiplicarse», como los gases o los virus, y que en medios y condiciones ambientales adecuadas (las TICs) esto se acelera. Es lo de que la información no se pierde al comunicarse, porque no se transfiere, sino que se replica.

Por el otro lado está la institución convencional de la propiedad intelectual, salida del mundo de la imprenta, que consagraba un pacto equilibrado entre los intereses públicos sobre el consumo de información y los intereses privados asociados a su creación. Un pacto que ha estado a la base de la Modernidad, que a su vez nos ha traído aquí (¿…?)

Parece evidente que el contrato social acordado para el mundo de la tecnología de la comunicación impresa, ha saltado por los aires con las nuevas TICs, hemos vuelto al estado de naturaleza, al conflicto abierto. Y las TICs cambian tan deprisa que es difícil sentarse a negociar un armisticio.

Si yo tuviera que apostar por el vencedor, apostaría, más bien, por la fuerza de la naturaleza y la tecnología que la potencia: son más contundentes.


Contenidos y contenedores

15 enero 2007

De la abundante jerga que ha aparecido con la llamada sociedad de la información hay dos palabras que me resultan simpáticas, casi entrañables: contenidos y contenedores. Me encantan por lo que ingenuamente revelan como pareja, remitiéndose la una a la otra, definiéndose la una por la otra sin decir ninguna nada comprometido, nada concreto, nada incorrecto.

Contenidos se emplea más (yo la uso mucho). Contenidos es toda información (cualquier código, cualquier formato, cualquier señal) generada por seres humanos, en cuanto susceptible de compraventa, de comercio, de tráfico. Engloba desde las creaciones artísticas y científicas al parloteo audiovisual. Son memes, combinaciones de memes, en definitiva; pero aquélla parte de los memes que es mercancía de una industria que los replica y multiplica.

Contenedores es término algo más técnico, muy del gusto de empresarios del entretenimiento, aunque su origen y resonancias son más ¿prosaicas? Un contenedor es lo que recoge o agrupa, vehicula o empaqueta, contenidos (y dése la vuelta). Es un programa (de TV…), un formato, un sistema, un dispositivo, un canal…

La sociedad de la información, entre otras cosas, se caracteriza por el gran crecimiento y abundancia de los contenedores, llenos de contenidos, mayormente todo digital. Este mismo blog, sin ir más lejos, es un contenido en un contenedor.